Hace unas semanas el pueblo estaba en paz, como una noche cualquiera y, sin esperarlo, un sonido sordo, como si viniese del «infierno», comenzó a escucharse. Cuando muchos abrieron los ojos, el Río Manzanares ya estaba al nivel de sus camas.
Hubo quien no pudo siquiera despedirse. La furia del agua era tal, que todo a su paso perdía vida o utilidad. Implacable la naturaleza, no tuvo piedad con los habitantes de Cumanacoa, en el estado de Sucre.
El huracán Beryl arrasó con ese poblado. Las intensas lluvias provocaron la crecida del río que lo bordea y varios deslaves. Según datos ofrecidos por el presidente Nicolás Maduro, fueron afectadas unas 8 000 viviendas, hubo varios fallecidos, y aún se reportan personas desaparecidas.
A pesar de los continuos esfuerzos en la recuperación, las calles de Cumanacoa están atestadas de lodo, carros estropeados, muebles insalvables, equipos electrodomésticos inservibles.
Cuando uno camina por el pueblo puede percatarse de que las casas están prácticamente vacías, y a pesar del espacio libre, la luz se niega a entrar por las ventanas, e incluso por donde debería haber un techo
La madrugada siguiente al desastre, una llamada movilizó a la doctora Yamilé Medina Lora, coordinadora de las Misiones Sociales Cubanas en ese territorio. En menos de diez horas una brigada de médicos y enfermeros estaba lista para partir desde la capital del estado hacia el cdi Arenas, en el municipio Monte, al que pertenece Cumanacoa… Leer más
Fuente: Periódico digital Granma