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Aquel 27 de noviembre de 1871

En la tarde del 24 de noviembre de 1871 los alumnos del primer curso de Medicina estaban esperando en el Anfiteatro Anatómico la llegada de su profesor Pablo Valencia y García, quien a las 3:00 p.m. debía impartir una clase de Anatomía. Su ubicación actual corresponde a las calles San Lázaro, Vapor, Espada y Aramburo, como limitantes del cementerio y el anfiteatro anatómico colindando con éste por su lado de Vapor, hoy municipio Centro Habana.

La tardanza del profesor, por un examen que tenía en el edificio de la Universidad, motivó a algunos estudiantes a buscar otras actividades. Unos se dispusieron a asistir a las prácticas de disección que explicaba el doctor Domingo Fernández Cubas. Otros fueron a dar un corto paseo por el Cementerio de la calle Espada, que estaba al lado del Anfiteatro Anatómico. Cuatro de los jóvenes estudiantes (Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de Marcos y Juan Pascual Rodríguez) decidieron hacer travesuras montando el carruaje del cementerio que servía para transportar los cadáveres destinados a la sala de disección, y pasearon con él por la plaza que se encontraba delante del cementerio. Otro de los estudiantes (Alonso Álvarez de la Campa, 16 años) tomó una flor que estaba delante de las oficinas del cementerio.

Los jóvenes estudiantes reían y se divertían, algo propio de la edad. Sin embargo, el vigilante del lugar Vicente Cobas, no lo entendió así, y mortificado y enfurecido, porque los estudiantes supuestamente habían estropeado su jardín, decidió hacer una falsa delación al gobernador político Dionisio López Roberts, en la que acusaba a los muchachos de haber rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos del periodista español Gonzalo Castañón.

Al día siguiente 25 de noviembre de 1871, llegó el gobernador Dionisio López Roberts al cementerio y a la Universidad colindante, dispuesto a apresar a todos los esudiantes que pudiera. Primero trató de arrestar a todos los estudiantes de segundo curso, pero su profesor Juan Manuel Sánchez Bustamante y García del Barrio se opuso enérgicamente.

Entonces se dirigió al aula del primer curso. Su profesor Pablo Valencia y García se asustó y no impidió que 45 de sus 46 estudiantes fueran arrestados, directamente en su aula universitaria.

Los estudiantes fueron procesados en juicio sumarísimo 2 veces. El primer juicio comenzó al día siguiente 26 de noviembre, bajo las órdenes del Segundo Cabo, General Crespo, por encontrarse ausente el Conde de Valmaseda. El juicio dictaminó sentencias suaves, algo que no fue aceptado por los Voluntarios al servicio del Gobierno español, amotinados frente al edificio de la cárcel, quienes manifestaron su inconformidad con las sentencias y exigieron que se formara otro Consejo de Guerra más severo.

Inmediatamente se forma un segundo Consejo de Guerra, que siguió deliberando hasta el día 27 al mediodía, sopesando la cantidad de estudiantes a condenar a la pena máxima. Al final, decidieron que ocho estudiantes serían fusilados. Los cinco primeros fueron fáciles de escoger: los cuatro que pasearon en el carrejón, y el que arrancó la flor. Los otros tres estudiantes fueron escogidos al azar entre el resto, como escarmiento.

El Consejo de Guerra firmó la sentencia a la 1:00 p.m. y leyó el fallo. Ocho estudiantes debían morir. Del resto, 11 fueron condenados a seis años de prisión, 20 a cuatro años, y cuatro a seis meses, además de que los bienes de todos quedaron sujetos a las responsabilidades civiles determinadas por las leyes.

Contrario a la pintura más conocida, a los estudiantes los asesinaron de dos en dos, con las manos atadas a la espalda, de rodillas y de espaldas al pelotón de fusilamiento. De la sentencia definitiva al momento final apenas pasaron poco más de tres horas. Casi siglo y medio después, todavía los mitos y la realidad se entrelazan para contar esta historia de horror y tristeza.

Aunque España trató de apartar este suceso de la Guerra de los Diez Años que en ese momento estaba desarrollándose con toda fuerza en Cuba, estaba claro que este fusilamiento pretendía aterrorizar a la población cubana dando un escarmiento ejemplar, para frenar el sentimiento independentista de los cubanos, aunque el resultado fue todo lo contrario. Tanto el abominable crimen, como el inconcebible proceso judicial que lo precedió, contribuyeron a reforzar estos sentimientos independentistas… Leer mas

Fuente: Infomed

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