En los tiempos tan difíciles que corren en el mundo, los seres humanos sufren de estrés, mal que afecta al organismo y desequilibra la existencia de los individuos. Este es definido como la reacción del cuerpo ante situaciones de conflicto y es una certeza que todos lo padecemos en cierto grado.
La mayoría de los adultos lo tienen en niveles cada vez más altos y no resulta nada extraño que los niños también sufran su influjo negativo.
Reconocidas personalidades e instituciones internacionales hablan de que el coexistir moderno está lleno de cambios e incertidumbres, lo que constituye una verdad rotunda.
Entre las causas más habituales de su presencia están el divorcio, la muerte de un ser querido, enfermedades graves, accidentes, el bregar cotidiano muy agitado, los desastres naturales o los causados por el hombre como las guerras y acosos de una nación contra otras; presiones en escuelas y centros de trabajo; y preocupaciones relativas a la salud, el empleo y la disponibilidad o no de dinero.
Este es un mal silencioso que carcome a la sociedad y a los miembros de la comunidad. Está por doquier y las reacciones de sus aquejados pueden ser diversas en dependencia de la persona, su edad y otras peculiaridades.
Ante una situación estresante de momento o por acumulación de causales de diversos tipos, los músculos se tensan y surgen los dolores; se respira más rápido provocando hiperventilación y ataques de pánico a quienes son propensos a sufrirlos.
Si atendemos al sistema endocrino, las glándulas producen hormonas como la adrenalina y el cortisol, que ayudan a que el cuerpo busque activar sus mecanismos. El hígado aumenta su nivel de azúcar en la sangre para darnos más energías y ello tiende a derivar en diabetes, defensas bajas, cambios de humor y elevación del peso.
El estrés, además, puede afectar el deseo y la función sexual, y cuando la carga resulta fuerte provoca impotencia o alteración del ciclo menstrual… Leer más
Fuente: Periódico digital Venceremos