La respuesta mundial al sida está amenazada.
En los últimos dos años y medio, el choque de las pandemias del sida y COVID-19, junto con las crisis económicas y humanitarias, han situado la respuesta mundial al VIH bajo una amenaza cada vez mayor.
La COVID-19 y otras inestabilidades han interrumpido los servicios de salud en gran parte del mundo, y millones de estudiantes no han podido asistir a la escuela, aumentando su vulnerabilidad al
VIH (1). Los países de ingresos bajos y medios se han visto desafiados a responder, ya que el 60% de los países más pobres del mundo están en crisis de deuda o corren un alto riesgo de contraerla, y se estima que entre 75 y 95 millones de personas han sido empujadas a la pobreza, un aumento sin precedentes (2, 3). Como resultado, la respuesta al sida se ha enfrentado a una fuerte presión, mientras que las comunidades que ya estaban en mayor riesgo de contraer el VIH se encuentran ahora aún más vulnerables.
En algunas partes del mundo y para algunas comunidades, la respuesta a la pandemia del sida ha mostrado una resiliencia notable en tiempos adversos, lo que ha ayudado a evitar peores resultados. No obstante, el progreso mundial contra el VIH se está desacelerando en lugar de acelerarse: los últimos datos recopilados por ONUSIDA muestran que, si bien las nuevas infecciones por el VIH disminuyeron a nivel mundial el año pasado, la caída fue de solo el 3.6% en comparación con el 2020, la reducción anual más pequeña desde el 2016. Como resultado, muchas regiones, países y comunidades tienen que abordar el aumento de las infecciones por el VIH junto con otras crisis en curso.
Fuente: Portal Infomed